Meses más tarde, hojeando una revista de contenidos variopintos, apareció una fotografía en blanco y negro. Y, con ella, surgió el recuerdo de un libro, de su protagonista.
Seberg y Niven en la adaptación de Preminger |
En la imagen, efectivamente, aparecía Françoise Sagan, recostada en un coche, según rezaba el artículo. Aunque, en un principio, Cécile no era Françoise, su descripción —sobre todo en actitud— se correspondía con tanta fuerza que, del azar, rescató esa sensación recordada.
Bonjour, tristesse , cuyo título viene del poema À peine défigurée de Paul Éluard, fue escrita por una joven de 18 años y, quizás, esa es la razón por la que los sentimientos y las ideas se representan de una forma tan directa y cruda, desnudos de pomposidad y artificio. Porque, las personas sienten lo que sienten y ya está. Y eso nos hace ser estúpidos, impulsivos, crueles, egoístas... perversos, en más de una ocasión.
Sin embargo, admitir esto con total sinceridad sigue requiriendo un alto grado de madurez. Y ahí Sagan, aplicándolo a su vida o no, demostró que a nivel analítico lo poseía.
Home y Seberg |
Esta es la historia de Cécile, una chica de 17 años que acaba de terminar sus estudios en un internado exclusivo y va a pasar el verano con su padre, Raymond, la amante de éste y una vieja amiga de la familia, Anne, en una Villa de la Riviera francesa.
Celos, confusión, aburrimiento, incertidumbre, soberbia, despotismo, miedo agitados —no removidos— dan como resultado culpa. Una culpa de la que huir, porque no se materializa para poder enfrentarla.
¿En alguna ocasión, os ha perseguido una culpa? ¿Habéis identificado a alguien de quien sólo conocéis la voz o sus letras por una imagen?
uuufffff, vaya preguntita "en alguna ocasión, os ha perseguido la culpa?" ay redios, está es difícil, más que nada que suelo sentirme culpable por muchas cosas (sí, los sufridores del 1, 2, 3 a mi lado muñequitos de feria):((
ResponderEliminarUn abrazo
Yo creo que todos podemos culparnos hasta de culparnos. Yo voy por semanas: la anterior me culpé mucho y de la noche a la mañana, por una palabra gritada en la noche, pasé a culparme de haberme culpado tanto. Figúrate lo culpables que nos sentimos la culpa y yo de culparnos la una a la otra continuamente.
ResponderEliminarSobre lo segundo: nunca me ha pasado eso de que una voz que me resulte archiconocida de tanto escucharla por la radio la reconozca en una persona que revuelve camisetas de 2 x 1 en las rebajas de unos grandes almacenes (esta posibilidad remota que os cuento no es fruto de una fantasía descontrolada, es que conozco a alguien al que le sucedió algo así y si no fue así, seguro que fue parecido :-)))))
Nefer, la culpa es muy mala y, total, como es gratis... pues nada, cada uno se lleva la que puede.
ResponderEliminarAdemás, hay culpas y... culpas. La de este libro es una culpa seria.
Un abrazo enorme!
Alice, lo malo de esa culpa es que no hay una pena a cumplir para poder liberarse, como si fuésemos presos.
ResponderEliminarJajaja, lo de las voces es un poco extraño, lo veo mucho, y ya sabes por qué te lo digo. Pero, en ocasiones, nos hacemos una idea tan precisa de alguien que... al verlo, decimos "eh, yo te conozco..."
Un abrazo y manda a la culpa de vacaciones!