Es increíble lo ajenos que vivimos, por lo general, el común de los mortales en ciertas cuestiones. Y a veces, con poco que se profundice, empezamos a ver «cosas» que antes nos pasaban desapercibidas. Así que hoy toca pervertir, ligeramente, vuestras miradas con respecto a los libros.
A diferencia de otros campos, para darse cuenta de esos pequeños detalles, no hace falta tener ningún tipo de especialidad en nada, no es necesario saber hacer una operación a corazón abierto ni conseguir saltarse los sistemas de seguridad informáticos del Pentágono. No es tan complejo, sólo hay que observar.
De momento y como aún se sigue juzgando un libro por las tapas, nos quedaremos en lo más externo. Por cierto, a eso que algunos llaman portada, en realidad, es la cubierta o las tapas.
Cubierta completa de Cuentos del otro lado |
Lo más destacable, lo que más llama la atención siempre es la imagen de la cubierta. Sin embargo, en ocasiones, la relación entre la fotografía o ilustración y el contenido es inexistente. Lo ideal sería que, al ver la cubierta, supiéramos, sin lugar a dudas, qué va a ofrecernos el libro en cuestión.
Aunque eso tampoco es suficiente. Por ejemplo, la novela romántica ambientada en las Highlands es casi un género per se. Pero nos encontramos con cientos —quizás, miles— de cubiertas ilustradas con impresionantes descamisados de melena y falda al viento. ¿Qué nos hace distinguir una de las demás?
¿Y si cambiamos el título? |
Otro caso también bastante típico son las novelas de crímenes con la pistola y la sangre o la silueta de tiza señalando el contorno del cadáver en un callejón oscuro con algún que otro charco. ¿Qué cuentas tú que no cuente el resto?
Y, después, están las que muestran un prado verde. La imagen, en sí, puede ser muy bonita, idílica, pastoril, relajante… ¿pero dónde está la pertinencia?
Algo parecido sucede con la tipografía de títulos y autores. Aunque aquí el tamaño sí suele importar, ya que muchos libros «convencen» al futuro lector por quién los ha escrito —en un cuerpo mayor—, más allá de un título atractivo, sea éste coherente con el texto del interior o no.
Sin embargo, en ocasiones, todo eso está proyectado de una forma estupenda, pero… en la imprenta se ha guillotinado o plegado mal y nos encontramos con renglones torcidos, pero sin el señor Luca de Tena por ninguna parte. Con lo cual, nos damos cuenta de que la producción de un libro requiere mucho mimo y un trabajo en equipo de muchas personas.
Y ya para terminar, aunque no por ello menos relevante, está la sinopsis. Ésta es como el trailer de una película. En unos cuantos fotogramas, ha de contar lo justo sin desvelar, pero lo suficiente como para atrapar. En cambio, a menudo, nos encontramos sinopsis de las contras kilométricas y éstas suelen tener dos efectos en el posible lector. Por un lado, está «¿Dónde va con ocho párrafos? Esto no me lo leo». Y por otro, «¿Ocho párrafos? No me lo leo, porque seguro que ya dicen que fue el mayordomo».
Y, cuando el mundo es de papel y lo guardan unas tapas, siempre es mejor que te dejen con la miel en los labios… ¿o no?