…nos pasa.
—No llores, abuelo, por favor... No llores.
¿Qué ha pasado?, le habría gustado preguntar, ¿qué te han hecho, abuelo, quién ha sido, por qué, cómo, cuándo, cuánto te duele?, pero no pudo decir nada, ni siquiera que le quería, que aquella tarde de mayo, tan cálida, tan limpia, tan cruel, había aprendido que le quería muchísimo, que no había nadie en el mundo a quien quisiera más que a él. Lo que a ti te hace daño, a mí me hace daño, eso era lo que sentía, lo que habría querido decirle, pero no pudo, porque estaba llorando, lloraba igual que él, como la niña pequeña que ella sí era, sin freno, sin pausa, sin consuelo, y no se tapaba la cara con las manos porque las necesitaba para aferrarse a su abuelo, para acariciarle, para explicarle la verdad, que le quería tanto que le dolían las palabras que no salían enteras de sus labios contraídos, los sonidos que se perdían en su garganta ahogada por los sollozos, y no conocía el origen, la razón de las lágrimas que mutilaban cada sílaba que intentaba pronunciar, pero sentía que esas lágrimas le dolían porque eran suyas, porque le pertenecían a él, porque ella había escogido llorar el llanto de su vida entera.
No llores, logró repetir por fin, después de un rato, y se abrazó a sus mangas, escondió la cabeza en su cuello y se quedó muy quieta. Esta vez, él respondió enseguida. La apretó con fuerza, la besó en la cabeza y mantuvo sus labios firmes contra su pelo hasta que los dos se tranquilizaron. Luego, manteniéndola sujeta entre sus manos, la separó de sí, la miró, sonrió y volvió a besarla en las dos mejillas. Tenía los ojos enrojecidos, los párpados hinchados y la piel de los pómulos muy fina, tan frágil de repente como si fuera de papel.
—Ésta es la plaza de las Salesas —dijo, y su voz, ensuciada por el llanto, adoptó sin embargo el acento y el ritmo de otras veces—. Se llama así porque antes había un convento, pero esa iglesia de ahí detrás se llama Santa Bárbara, porque la fundó Bárbara de Braganza, una reina de España que era hija del rey de Portugal —hizo una pausa, se frotó los ojos, volvió a sonreír—. Esa calle lleva su nombre. Aquí enfrente estaban los juzgados donde condenaron a mi cuñado Carlos, ¿te acuerdas? Y el edificio gris que está adosado a la iglesia por detrás, ¿lo ves?, es el Tribunal Supremo. Su fachada da a otra plaza que hay detrás, la plaza de la Villa de París.
El corazón helado, Almudena Grandes
Uf... lo vuelvo a leer y se me vuelve a poner el vello de punta... que gran libro!
ResponderEliminarQué más se puede añadir? Sencillamente genial.
ResponderEliminarUn abrazo!
¡Qué forma más maravillosa de describir el imparable llanto que puede poseernos a veces!
ResponderEliminarPrecioso,
Un sentimiento muy profundo que nos atenaza y no deja ni respirar...muy bien expresado en ese libro que no he leído pero que me apunto porque desde luego vale la pena leer...gracias por tan bella reseña, besitos con mucha ternura.
ResponderEliminarMe estás tentando ya mucho con este libro....
ResponderEliminarLa verdad es que este pasaje es una preciosidad... Cuánto sentimiento!
Si todo el libro es así, entonces debe de ser una maravilla.
Besos!
He evitado leer este fragmento porque no sé si corresponde con algún momento relevante de la trama. Tengo esta novela en casa desde las pasadas navidades (me llegó acompañada de "Los aires difíciles"), así que a ver si me animo pronto con esta escritora (¡sigo sin conocer su narrativa!).
ResponderEliminarUn abrazo.
No tuve la oportunidad de leerlo, pero veré si puedo conseguirlo... Saludos :)
ResponderEliminarSí... Saramaga, a mí me afecta un montón. Tantas historias, alguna te tiene que tocar de cerca, aunque sólo sea un simple roce.
ResponderEliminarUn abrazo!!
Alejandro... jeje, se puede añadir un párrafo más arriba o más abajo, pero era mejor dejarlo así.
ResponderEliminarAbrazos!
Alice... y qué a gusto nos quedamos. Y qué grande es cuando puedes seguir como si nada, porque la otra persona te sostiene la mano con fuerza y no te exige nada más, dejando que te refugies en vuestra cotidianidad.
ResponderEliminarÁnimo, tienes tanto para resistir...
Aradia, apúntatelo... porque si te ha conmovido ese fragmento, sin saber qué impulsaba ese llanto, cuando lo sepas...
ResponderEliminarUn abrazo grande también para ti!
La gata, no todo el libro es así... Se dan una serie de circunstancias para que suceda eso, pero sí... ¡¡cuando termines La Solitudine...!!, te recomiendo éste.
ResponderEliminarBesets!
Jesús, tranquilo, el fragmento está elegido (y recortado) para no desvelar absolutamente nada. Si te fijas, ni siquiera aparece el nombre de los personajes. Y, en esta obra, aparecen multitud de ellos, así que podría ser cualquiera.
ResponderEliminarSi la tienes, empiézala... seguro que llegado a un punto, no vas a poder dejarla.
Venga, déjate caer en la tentación!
'Lenn, no sé si estará en las bibliotecas ya. Pero se vendieron montones de ejamplares, creo que fue uno de sus mayores éxitos, en relación tiempo/ventas. Igual... alguien de tu entorno lo tiene y puede prestártelo.
ResponderEliminarUn abrazo!