«It is a truth universally acknowledge, that a single man in possession of a good fortune must be in want of a wife.»

Dicen que ésta es una de las frases más conocidas de la literatura inglesa. Fue escrita hace doscientos años, pero parece que esta «verdad universal» se aplica aún en nuestros días. Ésa es una de las características que hace grande a Jane Austen, su «universalidad», geográfica, económica, social y temporalmente.

Emma es considerada una de las veinte
mejores novelas de la literatura universal.

Elogiada y envidiada —los celos que devienen de la admiración— por escritores consagrados de todas las épocas, esta autora, nacida hoy hace 235 años, supo crear su propio microcosmos, donde aparentemente no sucedía gran cosa. Sin embargo, valiéndose de una sutil ironía cargada de humor inteligente, realizó una crítica de lo más mordaz sobre esas supuestas «verdades» de la vida, que la sociedad parece asumir como algo indiscutible, sin detenerse a pensar en los sentimientos y valores humanos.

Uno de sus grandes logros es la forma en que dibujaba a sus personajes, sin necesidad de descripciones psicológicas, mediante los diálogos. Eso y el cuidado por los pequeños detalles son factores determinantes con los que consiguió, y sigue consiguiendo, la complicidad del lector, sumergiéndolo en el microcosmos que mencionábamos antes.

Sí, es cierto que sus personajes pertenecen a una clase social determinada, que sus escenarios siempre se enclavan en un lugar concreto, que las tramas parecen girar en torno al matrimonio. Pero ahí están la difícil situación de la mujer, a quienes se consideraba anónimas sin un hombre —Sense and Sensibility—, las falsas ideas preconcebidas —Pride and Prejudice—, la insensatez juvenil auspiciada por las novelas románticas —Nothanger Abbey—, y otros tantos temas que han atravesado estos dos siglos para seguir vigentes.

Una lectura siempre recomendable.