lunes, 7 de febrero de 2011

Ellis Bell


¿Alguien tiene idea de quién fue? ¿Nos suena de algo este nombre? ¿Hemos leído algo suyo? La gran mayoría hemos hecho más que eso, aunque muchos ni siquiera supiéramos nada sobre esta persona entonces y, aún hoy, desconozcamos que utilizó este pseudónimo.

Si dijésemos que, junto con Acton y Currer, publicó un libro de poemas, mediante autoedición, ¿sería una pista decisiva para saber de quién estamos hablando? ¿No?

Para los que todavía anden despistados, esta mujer lleva más de ciento sesenta años contándonos una historia de amor frustrado, de superación alimentada por el rencor, de errores insidiosos, de perdón e inocencia. ¿Ya?

De hecho, si aún viviera, estaría cobrando millones y millones de euros por los derechos de autor de las múltiples ediciones en varios idiomas, de las diferentes versiones cinematográficas, de las distintas adaptaciones teatrales, etc. ¿Nada?



En realidad, su propia vida y la de sus hermanas ya era «más extraña que la ficción» sin necesidad de incluir este éxito que todas ellas consiguieron y que jamás pudieron disfrutar plenamente. Aunque, de una forma u otra, retazos de sus experiencias y de sus conocimientos quedaron plasmados en las obras de todas ellas. En este caso, los páramos por los que vagan Catherine y Heathcliff.

Sí, quien intentó esquivar, junto a dos de sus hermanas, los tristes prejuicios de la época victoriana sobre las escritoras, utilizando un pseudónimo que no resultara demasiado evidente, fue Emily Brontë.

De esta forma, se autoeditaron un primer volumen de poemas. Y, a pesar de no tener demasiadas ventas, no cejaron en sus intentos. Siguieron escribiendo, pero esta vez se decantaron por las novelas. Así también, en 1847, fue publicada Cumbres borrascosas.


Aunque… esto merece una entrada aparte, o varias.

2 comentarios:

  1. La autoedición es una tentación para quien es demasiado joven para haber dejado de soñar o demasiado viejo para esperar milagros aunque siga soñando con ellos.
    De lo que estoy segura es que siempre, de algún modo, el talento se abre paso, da igual como fuera el principio. Y quien no lo tiene se diluye en la memoria colectiva. Emily Bronte sigue ahí, después de mucho tiempo porque es genial, a pesar de que no tuviera paciencia para que nadie se lo dijera. Prefirió ir a en busca de sus sueños, no quedarse esperando a que llamaran a la puerta.

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  2. Hola, Mayte.

    La autoedición, para nosotros, significa una oportunidad, una opción, para muchos buenos creadores a quienes los gigantes no dan voz.

    Sin embargo, cuando mencionas el talento y la transcendencia en el tiempo, habría que recordar aquello de "ni son todos los que están, ni están todos los que son".

    Actualmente, el criterio por el que se rige el mundo, en demasiados ámbitos, no es ni el talento, ni la calidad, ni la innovación... sino otro bastante distinto, abrumando al público con ello, hasta no permitirle más pensamiento.

    Emily era mujer, en tiempos de prejuicios brutales, en una sociedad regida por una doble moral. Mientras ella y sus hermanas recurrían a la autoedición, su hermano dilapidaba el poco dinero del que disponían.

    ¿Paciencia? Murió con apenas treinta años... después de haber enterrado a una madre y dos hermanas. E, incluso después de haber fallecido, su propia hermana Charlotte no habló muy bien de Cumbres borrascosas.

    Sin embargo, a pesar de los pesares, habría que agradecerle a Emily su valentía, su tesón y su generosidad, por compartir con el resto de nosotros una historia tan especial.

    Muchas gracias por tus palabras. Esperamos saber más de ti.

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Y... a todo esto, ¿tú qué dices?

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