viernes, 4 de marzo de 2011

El libro del olvido (Ganador I Concurso Relatos Enmascarados)

Los ahogos y desconsuelos aquí relatados no me pertenecen. En realidad, alguna vez fueron míos, pero, bastante tiempo atrás, pasaron a ser extraños; desolaciones sin dueño que podrían desesperar a cualquiera que sufriera los sinsabores del lado más amargo de la vida.

Borracho, pero estable en la embriaguez. Caminaba por las calles de Cádiz de vuelta a casa (¿o era de ida?), tras una noche inventada para el carnaval, cuando pasé próximo a un grupo de personas enmascaradas que añadían sonadas carcajadas al ruidoso ambiente. Y una pregunta rondó mi cabeza ¿Por qué atraerá tanto la máscara? Porque detrás de ella no hay lugar para la tristeza, me respondí inmediatamente. De esta forma, pensé en escribir un libro donde dejar las tristezas en el olvido, para que la vida fuera como estar permanentemente detrás de la máscara. Imaginé que podía reunir mis melancolías en un objeto mágico y misterioso de tal manera que, a medida que escribiera esas emociones y recuerdos enmarañados de angustia vital, desaparecieran para siempre y quedaran perdidos entre sus páginas. Quería conseguir que al volverlos a leer parecieran ajenos, distantes, exabruptos de otra persona, sentimientos tan irreconocibles para mí que incluso pudieran ser disfrutados con su lectura. Ya sé que todo esto suena un poco raro, pero estaba borracho y así las cosas se ven más fáciles.

Con ese propósito y una gran resaca, al siguiente día empecé a buscar, entre las librerías antiguas de Cádiz un libro en blanco, sin páginas escritas, que hiciera las veces de diario y de cofre del tesoro donde guardar mis desesperaciones, como el pañuelo que seca las lágrimas absorbiéndolas hasta desaparecer. Tardé en hallarlo, pero en un pequeño establecimiento de una angosta y perdida calle me aguardaba. Allí estaba, insinuante, descubierto, agazapado como quien espera sin prisas a un tren de largo recorrido. Tenía el lomo gastado y descolorido y su cubierta parecía estar mordida por un perro ensañado. Sus hojas eran pergaminos amarilleados por el tiempo y el olvido. 

Lo primero que hice fue darle título. Lo llamé El libro del olvido. No esperé demasiado para empezar a escribir. Por aquellos días mi ánimo era una sombra errática que rumiaba los aromas dañinos de un amor imposible. La rabia, el anhelo, la impotencia y la soledad compartían conmigo esas ocasiones, en periodos continuos y cíclicos que se agolpaban en mi cabeza. Probablemente este tipo de amor sea el más dañino de los existentes, provoca la peor de las sensaciones posibles en un hombre: la pérdida de lo que nunca se ha tenido. Ese vacío conduce a un estado de permanente enfrentamiento entre sentimientos opuestos ante una similar circunstancia. Es decir, peso o levedad, levedad y peso ante el mismo día a día, bajo idéntica situación. La ausencia de lo inalcanzable es tan extraña que lo perdido se considera más propio que ninguna otra cosa. Incluso, la nostalgia desbordante, el quebranto inherente a este tipo de desamor (en realidad, amor absoluto) situado entre la realidad y el deseo crea un mundo sumergido, irreal, pero más verdadero que el existente. Un lugar donde realidad y deseo convergen en un único camino, auténtico e invisible, como quedado entre la vigilia y el sueño. Tras masticar estas soledades y sus consecuencias escribí todo lo que en mí había de ellas. Sentía que, al transmitir estos desasosiegos al papel, quedaba liberado, roto el hilo que unía el quebranto con mi ser, libre al fin de la culpa que soporta el culpable de un amor correspondido en algún lugar improbable; paralelo y perpendicular a la par, trasversal como la flecha que traspasa al herido de muerte. Por unas breves semanas me sentí feliz.

Sin embargo, pronto otras amarguras vinieron. La frustración ante un modo de vida no deseado, la escasez de conocimiento o la monotonía diaria hicieron su aparición. A medida que surgían desde el fondo de mi yo más subterráneo iban siendo añadidas al libro. La sensación de aligeramiento era brutal, como el estado de bienestar que se alcanza en la inmediatez al consumir una droga. Aliviado, me sentía preparado para afrontar nuevas vivencias. El libro era una especie de retrato de Dorian Gray y su efecto era tan sanador como inofensivo. En este punto confieso que llegué a buscar aflicciones por puro vicio, por el mero placer de poder dejarlas abandonadas en una página. Incluso llegué a convencerme de que tenía una enfermedad mortal para experimentar qué se siente en el enfrentamiento directo con la muerte. Es curioso, pero he de decir que volvieron a mí la levedad y el peso en forma de nada importa y todo cuenta.

Cuando llevaba medio libro escrito decidí que era buen momento para empezar a leer, tenía una curiosidad enorme por saber como me sentiría en la lectura de mis penurias. Me sentí desbordado, no conseguía reconocer ninguno de los pesares allí descritos. Era como leer una vida desconocida. Lejos del disfrute, un dolor punzante rellenó mi pecho y sentí mi corazón hacerse trizas. El que había escrito con tanta delicadeza en esas páginas no era yo, era alguien pleno de vivencias. Roto, ausente y enojado tiré el libro al suelo. Quedó abierto, con dos páginas en blanco sonrientes, reclamando letras que compusieran palabras que formaran frases, proclamando su victoria incontestable y su maldad aterradora.

Resolví deshacerme de él. Una noche, desde una pequeña embarcación, lo arrojé al fondo del mar, para que leyeran los peces. Borracho, pero estable en la embriaguez caminaba por las calles de Cádiz de vuelta a casa (¿o era de ida al carnaval?).

 JAVIER GALLEGO PINOS

8 comentarios:

  1. Magnífico relato. Mi enhorabuena al autor y a la editorial por su elección.

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  2. Un relato excelente desde el principio hasta el final.
    Aplausos a la iniciativa de crear un premio para autores noveles.

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  3. Bienvenido, José Manuel.

    La verdad es que recibimos bastantes y hubo que hacer una preselección. Los que la superaron fueron valorados en una serie de aspectos y así fue como se decidió el ganador y los finalistas.

    Por comentar algunos de los rasgos en los que destacó, fíjate en el certero pero cuidado estilo narrativo y en la estructura circular que nos devuelve (no) al mismo lugar en que partimos.

    Nos alegra que te guste y muchas gracias.

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  4. Hola, Carmen.

    Gracias. Es un proyecto en el que hemos puesto toda nuestra ilusión y nos alegra mucho ver la buena acogida que ha tenido.

    Un abrazo.

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  5. Estupendo relato, me gusto mucho,escelente

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  6. Hola, Cary:

    Muchas gracias por tu comentario. El relato es muy bueno. Cada vez que lo lees puedes obtener matices nuevos, ideas que antes te habían pasado desapercibidas.

    Un abrazo!

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  7. :) Sí, y la elección fue difícil, porque hubo bastante participación y varios con bastante calidad.

    Pero, al final, éste fue el que se llevó el gato al agua. Y ya has podido comprobar por qué.

    Un abrazo!

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Y... a todo esto, ¿tú qué dices?

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